En el corazón de Europa y a las puertas de Holanda existen aún las ruinas de un pequeño pueblo llamado Parfait Ville, que tal como su nombre lo indica fue la ciudad perfecta, la utopía deseada por tantos. Todavía en los días de sol, cuando la luz de la mañana baña las paredes derribadas, estas cuentan la historia de su caída a quien se disponga a escucharlas.
¿Prestas atención? ¿Sientes el rumor de estas paredes al hablar? Quieren que aprendamos la lección para dejar de construir sociedades predestinadas a fracasar.
Parfait Ville fue el sueño occidental; niños riendo y jugando sin temor, seguridad financiera por igual, educación de calidad, salud y una buena alimentación.
Todo esto fue logrado gracias al control total de la población, mientras los niños crecían aprendían los valores de la comunidad y se les inculcaba su moralidad. Cuando un adulto sobrepasaba la mayoría de edad y no compartía los ideales de Parfait Ville era inmediatamente expulsado de la ciudad. Además cada año se hacían limpiezas para detectar y exiliar la posible maldad. Lo mismo pasaba cuando se rompían las reglas de la comunidad, aunque Parfait Ville no restringía nada, excepto la crueldad hacia el prójimo. Casi todo estaba basado en lograr un equilibrio.
Se permitía la marihuana, el alcohol y el tabaco siempre y cuando tuvieran una sana y controlada devoción. Las drogas fuertes no, porque dificultaban la capacidad de bondad. El sexo se veía como algo natural y la orientación sexual como una decisión personal. Las violaciones, pedofília y bigamia no, porque entraban en la categoría de crueldad. Pasaba siempre lo mismo con los problemas que confundían a la sociedad.
Existían solo algunos temas con absoluta restricción, como la prohibición de religiones, equipos de fútbol, partidos políticos o asociaciones que promovieran la subdivisión del pueblo. Las autoridades creían que para lograr la perfección se necesitaban decisiones e ideales en común.
El alcalde era elegido cada dos años en una votación que incluía los 10 expedientes más limpios de Parfait Ville. Generalmente la votación solía ser unánime.
Fue en esta ciudad donde creció Emeline, una pequeña niña de pelo oscuro y grandes ojos grises. Era inteligente y perspicaz, tanto que a veces incluso lograba anticiparse a los hechos que ocurrían a su alrededor. A veces solía pasar largos momentos imaginándose mundos imposibles y creando su propia realidad imaginaria.
La sociedad quería exiliar a su madre, ya que después de una limpieza se descubrió que engañaba a su esposo y que en realidad Emeline no era hija de este, violando así la ley contra la crueldad hacia el prójimo. Puede que no fuese el peor crimen existente, pero las autoridades necesitaban el castigo para fomentar la obediencia y la bondad en la población.
Parfait Ville era una sociedad “perfecta” pero su seudo perfección traía consecuencias nada satisfactorias para algunos.
Emeline camino sin rumbo alguno con tal de alejarse de su ciudad, pero todas las salidas estaban cerradas con la excepción de la entrada principal, rodeada por gente.
Tenía tan solo ocho años y ya se había desilusionado por primera vez de su sociedad.
Comenzó a percatarse de algunos detalles mientras caminaba, la gente se notaba vacía y su felicidad no parecía real. Los jardines que siempre creyó tan perfectos en su mayoría eran de plástico y el cielo en vez de celeste claro se veía de un azul enfermizo. Veía las cosas desde una nueva perspectiva, una no muy agradable.
Camino y camino hasta encontrar un pequeño río que corría hacia el pueblo, en este había peces de muchos colores, pero a la vez muy similares. Estos eran arrastrados por la corriente hasta un lago artificial donde los habitantes de Parfait Ville pescaban para decorar sus acuarios. Llamo su atención en especial un pececito verde sumamente común, ella misma había pescado uno similar semanas atrás junto a su padre. El pececito deambulada perdido y sin rumbo alguno, intentando escapar del destino que otros seres le tenían planificado.
Fue en ese momento cuando algo nació en su interior, debía haber una palabra para describir esa acción, la misma que el pececito hacia para que la corriente no se lo llevara y que ella consideraba necesaria como consecuencia del castigo aplicado a su madre.
Muchas ideas cruzaban su mente en ese momento, ideas que iban mucho mas haya de si era injusto o no que su familia se destruyera para dar un ejemplo al resto de la sociedad. Ideas que definitivamente no eran normales en una niña de ocho años. Había algo que inquietaba en su forma de mirar. En sus gestos ya no había inocencia sino la
Tranquilidad de desvelar un recuerdo dormido durante casi toda su existencia
Mientras Emeline divagaba un niño se acerco silenciosamente para preguntarle que le sucedía, a lo que Emeline respondió con toda tranquilidad:
-Observa a estos peces Math, son como nosotros. Como todos nosotros.-
Math tenia once años, era uno de lo mejores estudiante de L’ecole Generalle de Parfait Ville y un modelo a seguir en cuanto a bondad. Estas eran las únicas razones por las que seguía en la ciudad ya que desde hace unos meses las autoridades habían empezado a tomar conciencia de sus repentinos cambios de ánimo, falta de felicidad y de la mirada decidida que expresaban sus ojos. Había sido durante una visita a la corte donde ambos se habían conocido.
-Lo se Lin, desde hace varios que meses vengo aquí, te entiendo. No nos gusta esta sociedad ni el futuro que nos espera, conocemos algo que los adultos perdieron y que nuestros amigos tienen escondido en algún rincón de sus mentes. Puede que sea una acción o definición, yo no lo se. Acaso tu si Lin?- Pregunto Math con una expresión indescifrable en el rostro.
-No, no lo se.- Emeline se dedico unos segundos a escuchar como caían las hojas, para luego continuar – Pero lo que si se es que nunca encontraremos las respuestas aquí, donde todo es superficial. Decidí irme Math.-
- Me iré contigo, yo también decidí irme hace mucho, pero esperaba a que alguien mas lo comprendiera.-
Math y Emeline se dirigieron hacia la ciudad y algunos niños se acercaron a preguntar que sucedía. Al escuchar sobre los peces en el rió y ver sus expresiones sintieron también como algo se despertaba en su interior y se unieron a la marcha.
Cada vez se unían más y más infantes y cuando alcanzaron la entrada principal ya eran la totalidad de los niños de Parfait Ville los que seguían a Alex y Emeline, algo raro les estaba pasando.
Los padres se extrañaron de su actitud, no comprendían que los hubiesen abandonado sin ninguna razón aparente.
Lentamente y sin ningún apuro, fueron desapareciendo de la vista de sus padres. Ninguno intento obligarlos a quedarse, por que no se les ocurría ninguna forma bondadosa de hacerlo y repentinamente se encontraron sumidos en la confusión.
Los adultos nunca volvieron a ver a los niños después de que salieron de la ciudad, mas por desgracia su recuerdo viviría mientras alguien recordara aun sus nombres. Algunos padres buscaron día y noche a sus hijos mientras otros intentaron en vano remplazarlos, pero ninguna mujer volvió a quedar encinta y ninguna familia se reunió de nuevo. Tal vez la naturaleza no quería que se cometiera el mismo error otra vez.
Pasaron los años y se fue la vida en Parfait Ville, Muchos padres murieron de pena y los que no tenían hijos murieron a su determinado tiempo.
Fue así como al pasar los años Parfait Ville desapareció, pero las ruinas quedaron como moraleja y todavía en los días de sol cuando la luz de la mañana baña las paredes derribadas estas cuentan la historia de su caída a quien se disponga a escucharlas.
por: Anaïs B.