Expressa-Arte

miércoles, 16 de junio de 2010

Calipso

"Las monedas caían del cielo, yo las miraba con pasión, las quería todas, eran sólo para mí, millones y millones de monedas de oro caían a mis alrededores, y no las pensaba compartir con nadie. No podía pensar con claridad, todas las cosas que haría con esas monedas, joyas, mansiones, barcos gigantes con los que podría navegar por dónde quisiera. En ese momento apareció Jay, mirándome fijamente, con esos ojos grises, profundos que secretamente amo. Estiró su mano para agarrar la mía, ¿Qué podía ser mejor? Jay y millones de monedas de oro, nada se podía comparar. Acercó su cara a la mía, para darme un beso, que esperaba fuera uno de los mejores. Pero alguien me sacudió el hombro, y forzosamente tuve que despertar de mi increíble sueño. Qué ironía, el que me despertaba era Jay.

-¡Calipso! Los chicos encontraron al viejo, no vive muy lejos de aquí, levántate y vístete, tenemos que ir cuanto antes.

-Sí, sí, claro…

Debía mostrar un aspecto horrible, con el pelo enmarañado y con mi pijama aún puesto, pero qué más daba, era Jay, mi mejor amigo, y mi mano derecha, me había visto en peores estados.

-¿Soñabas conmigo? Tenías una gran sonrisa.

-¿Contigo? Sí claro, tengo mejores cosas en las que pensar.

-Ah claro, por supuesto.

Y me guiñó un ojo, acto seguido, salió de mi recamara. Tomé unos pantalones y una camisa y me lo puse lo más rápido que pude, me peiné rápidamente el cabello y me puse mi pañuelo en la cabeza como pude, cuándo iba saliendo me acordé me iba descalza, me puse a buscar mis botas y cuando las encontré salí a cubierta.

Mi tripulación esperaba por mí para darme la dirección del viejo o por lo menos eso esperaba yo, en vez de respuestas me tenían a un hombre de rodillas mirándome con unos ojos que rogaban misericordia, pero eso en mi mundo no existía.

-¿Qué significa esto? Creí que me tenían respuestas, no preguntas.

-Lo sentimos Calipso, nadie en la isla nos quiso decir dónde se encontraba el viejo que buscas, pero este idiota tubo la brillante idea de gritar que él conocía personalmente al viejo, y además sabía de su paradero.

-Bien Ling, gracias, ya se pueden ir.

Acto seguido Ling pateó al hombre en el suelo y se fue con los demás, dejándome a mí y a Jay con el viejo.

-¿Sabes porque estás aquí no?

-Por supuesto Calipso, se quién eres, y sé lo que buscas, pero no te daré respuestas.

-Me lo esperaba.

Saqué mi espada, y Jay agarró al viejo, le desató las manos y encima de una caja puso su mano, yo acerqué el filo de mi espada hacia uno de los dedos del hombre y lo miré directo a los ojos, podía ver que estaba asustado, pero que quería demostrar que era valiente.

-Mira amigo, no tengo todo el día, he estado en busca del maldito idiota desde hace por lo menos 5 o 6 años, ahora me dirás todo lo que sabes o te cortaré los dedos y si aún así no me lo quieres decir, te cortaré entero y si con eso no es suficiente, mandaré a mi tripulación a que encuentre y mate a toda tu familia, sin importan si son niños o mujeres, ¿bueno?

-No te diré dónde está, le prometí que no diría una palabra.

-¿Por eso gritaste que lo conocías?

-Estaba borracho, no sabía lo que decía.

-Muy conveniente para mí, quizá deba emborracharte para que hables, pero prefiero los métodos de tortura, para tu mala suerte.

Acerqué aún más la espada al dedo, al punto de que empezó a salir un poco de sangre.

-Y bien ¿Hablarás? ¿O te despedirás de tus hermosos dedos?

Los ojos del hombre le lloraban, era claro que tenía un dilema mental, delatar a su amigo o perder su vida y su familia, no había que ser un genio para saber elegir, pero por razones que yo no entendía el maldito seguía fiel a su amigo.

-No, no diré nada, no te atreverías a cortarme un dedo, no puedes ser tan mala como dicen.

-Oh eso lo verás.

Me estaba colmando la paciencia, nunca me gustó tener que torturar gente para mis fines, pero a veces uno tenía que hacer, lo que tenía que hacer. Asique le corté el dedo. Se puso a chillar como un cerdo a punto de ser acuchillado, estuve a punto de taparme los oídos, sus gritos eran terribles.

-No, ¡Por favor! No me hagas daño, ni a mí ni a mi familia.

-Veo que progresamos, dime lo que sabes o seguiré con el próximo dedo.

Jay nunca había sido un gran fanático de mis métodos, me miraba con ojos de tristeza, diciéndome que no siguiera. Pero no podía, no solo eran riquezas lo que se me prometía. Había un incentivo aún más grande que el oro.

-¡Calipso! Por favor, ten piedad de mí.

-Tendré piedad si me dices lo que sabes.

Le corté otro dedo, Jay puso cara de sufrimiento, como si él estuviera sintiendo el mismo dolor que el hombre. No seguiría haciéndolo, no podía, la cara de Jay me hacía no poder seguir, tenía que endurecerme, pero su cara simplemente me hacía no poder. Era el último dedo, de ahora en adelante, para el hombre serían solo amenazas.

-¿Y?

-Está bien, ¡Está bien! Te diré todo lo que sé, pero prométeme que no le harás daño a mi familia.

-¿Y para que querría eso? Sólo necesito la información, y te dejaré ir."

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