Expressa-Arte

miércoles, 23 de junio de 2010

Rap city

Rap city.

Tsssss se escuchaba de fondo. Acompañado del ruido de las sirenas, los pasos apresurados, es escuchaban desesperados. En la rap ciudad nada era bueno, todo era miserable y por eso rayaban, bailaban, hacían ruido… Se expresaban en contra del sistema.

Lil fatkap estaba con un grupo de amigos, ella lideraba el grupo, alta, de aura prominente que destacaba en cualquier lugar, ante cualquier situación, sus dreadlocks largos llamaban la atención y su forma de vestir la hacia especial, su piel negra refulgía entre tanta sombra y sus ojos profundos y negros inspiraban temor, pero también confianza, todo a la misma vez. Estaban reunidos en torno a unas latas, lápices y hojas, sus únicas armas.

El sistema controlaba sus vidas y las hacia creer que estaban en un mundo perfecto, sin problemas, pero la verdad era que todo estaba mal. Trabajaban arduamente, día y noche, casi convirtiéndose en esclavos, el estado tomaba su dinero, el poco que ganaban trabajando, y se lo gastaban dándose “La gran vida” Obtenían lo que querían, vivían en grandes mansiones y conducían autos de lujo, mejor que los soñados. Pero no se daban cuenta que eran miserables, que al tenerlo todo les faltaba algo, la felicidad, se la arrebataban a los negros y a los blancos, todo aquel que se interpusiera en su camino hacia su seudo felicidad.

Lil Fatkap vivía en la comunidad 28, apodada “La ganja”, su nombre se debía a que ahí vendían marihuana, los que no luchaban y no se expresaban trataban de mejorar sus vidas fumando, drogándose, olvidándose de lo demás, no eran tan diferentes a el estado… Ellos también buscaban la felicidad de maneras erróneas. Dejaban que sus cuerpos de apoco murieran, que sus mentes se volvieran cada vez mas lentas y olvidadizas… Olvidan que antes de todo lo malo había habido algo bueno, algo armónico, que rozaba la felicidad, y eso era por lo que Lil fatkap y los demás de la resistencia luchaban, luchaban porque extrañaban sus vidas anteriores, por supuesto en ellas había problemas, pero los problemas hacían su vida perfecta… La imperfección hacia la perfección, y por ello luchaban.

El único color de la ciudad, lo único de las calles que tenía vida eran las murallas, pintaban nuevos escenarios en las paredes, se expresaban a través de ello, pintaban lo que se imaginaban que sería lo perfecto, a veces citaban frases en las murallas, frases que te inspiraban a luchar o escenarios que te recordaban la antigua vida.

Zuma, el “presidente” (dictador) de rap city era lo peor, lo mas bajo. Había tratado de erradicar a los blancos, pero ellos se habían escondido, para Zuma la perfección era de negros, por eso trataba de erradicar a los blancos, de paso también a los negros rebeldes, y a los rebeldes en general…

Un día, gris completo, donde solo las murallas brillaban y denotaban, Lil fatkap salió a rayar, decidió ir completamente sola, aunque fuera peligroso, necesitaba inspiración propia, además de tranquilidad. Este mural no iba a ser como todos los demás, si no que sería el mejor que habría hecho en toda su vida. Un mural que hablaba, que cobraría vida propia. Hablaría de la vida, la paz, las vibraciones de la naturaleza, lo lindo de las cosas alrededor, contaría como su vida era antes, y el después, cuando Zuma asumió el mundo, o más bien, lo arrebató.

Tomó su mochila, la lleno de latas, rodillos, brochas y pinturas. Y así partió, encaminándose hacia una de sus murallas favoritas para rayar. Comenzó despacio, trazos cortos, líneas finas, colores base. Siguió con furia, descargó todos sus sentimientos en esa muralla, seguido de eso cambió su forma de pintar a una forma pacífica, tranquila… Luego de un rato comenzó a mostrar total maestría en lo que hacía, una artista nata. Con cada trazo daba vida a una forma y esas formas hacían un mensaje y a su vez, ese mensaje protestaba. Terminado su mural, se fue a su casa, sin importarle que la hubiesen visto y que ahora la buscaran. Se tumbó en su cama con la mirada perdida y las manos manchadas, escuchó pasos apresurados subiendo las escaleras, más de 1, más de 4, más de 10 quizás, ya no importaba… Al otro día en los diarios la noticia de primera plana: ¡Por fin! La atraparon, Lil fatkap finalmente ha muerto, sus últimas palabras: Esperar a la muerte para unificarnos.

Y así fue, ella murió y todo aquel que veía su mural quedaba anonado e iba a su casa a pensar en las palabras e imágenes del mural.

Epílogo:

El mural brillaba, aunque su autora ya no estaba, la gente al pasar lo miraban y se perdían en la historia, les traía melancolía, recordaban sus pasados, sus tristezas y alegrías. Sus colores resaltaban, no eran normales, era como si una parte de Lil Fatkap viviera en esos trazos y colores. Las líneas remarcaban y contenían los colores, les daban forma y vida. La gente silenciosa y con cabeza gacha se iban, pero con alegría en sus corazones. Eso era el mural, así se describía, como alegría.


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